viernes, 2 de abril de 2021

Mariposa

Tienes el don más insensible de la fortaleza, 
Te meces en el viento con indiferencia, 
Te cubres de espinas a lo largo de tu tallo, 
Y desembocas en un cáliz de pétalos tan frágiles como desbocados. 

Desconoces el poder de tu lágrimas.

Pero qué más da, 
Si al final del día, me aprisionas en un laberinto de inseguridades. 

Qué más da, 
si me llevas al niño que llevo dentro, me desnudas sin quitarme la ropa y me enfrascas en el aroma de lo imprevisible. 

Qué más da, 
si al final del día me despeinas el alma y te despides de mí sin apretar el gatillo,

si al final del día dejas el escaparate en orden, pero te marchas dando portazos y sin pagar una cuenta que meticulosamente calculaste.

Qué más da, si fuiste la culpa de mis labios y de mi sinsentido.

Pero intermitentemente vuelves al amor sin reparar los daños. 

Vuelves a ese amor que no fue ese tren que decidió esperar, sino ese tren que decidió arrasar.

Sin tener en cuenta las almas que se lanzaron a esas vías para intentar rescatarte de tu sepultura. 

¿Qué hay qué hacer para convertirte en esa flor sin espinas que decidió abandonar su jardín para adentrarse en un bosque de lobos sedientos de sangre? 

La noche te escucha silbar, y probablemente algún día sea ella misma quien entienda cada uno de tus pétalos caídos y secos, siguiendo un curso natural, pero sin pincel para colorearse. 

No olvides prometerle a tu oscuridad que si algún día buscas la luz para florecer de nuevo, seré yo el primero que decida sacarte de boca del lobo para contarte una historia de amor. 

No olvides que las flores también crecen en el barro, 
y que buscar la luz también implica separarse del resto para no hacerte sombra. 

Solo entonces, dejarás de ser esa flor con espinas para convertirte de nuevo en esa mariposa que un día saqué a bailar, agarrada a una promesa que nunca decidió cumplirse. 

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