domingo, 20 de septiembre de 2020

Un perro aullaba

Y de pronto, entre dudas, sonó el signo de interrogación. 

Le quise de verdad. 

Cuando colgué el teléfono, un perro, a lo lejos, aullaba desconsolado. 

Ese no era el mensaje. 

El mensaje era el aprendizaje. 

Quiérete a ti mismo; eres la persona más importante de tu vida. Quizás no es el momento de aventurarte. Eso que tanto hiciste desde la ingenuidad, esperando que tu dedicación y gratitud fuesen motivo de complacencia.

Me quiero tatuar un lobo, la silueta de mis perros y la palabra 'winter'. Esas son mis máximas y os aseguro que hay mucho, pero mucho, significado en ellas. 

Mi piel va a ser reflejo, y mi alma, que no puede tatuarse, es testigo. 

El amor tóxico solo puede repararse, si se desea, desde la distancia. No os engañéis. Amar no es sufrir, es entender que la diferencia es parte del juego, y que ese juego, en realidad tiene unas normas inquebrantables: comprensión, empatía y verdad. 

lunes, 14 de septiembre de 2020

Mi promesa

Nadie limpió el polvo de los muebles ni barrió el suelo desde entonces. 

Si hacía un esfuerzo todavía podía escuchar los ecos de los chelos a lo lejos, dándome la bienvenida de nuevo, pero ahora con un nuevo matiz. 

Casi de forma imperceptiblemente se podía palpar la magia de la alegoría y lo desconocido. 

La luz seguía siendo tenue, el olor era todavía el de mi infancia y lo único que se escuchaba allá afuera eran los grillos, a lo lejos, cada uno en una parte diferente de su mundo.

La noche estaba como aletargada y los cables de la luz separaban las estrellas, volviéndolas solitarias y meditabundas, pero con un brillo incandescente y un movimiento palpitante.
 
El vino blanco se mimetizaba con el entorno en su vaso, y mi cigarrillo de liar descansaba sobre la mesa a la espera de ser consumido. 

Algo nuevo había nacido en mí, de nuevo, entre los rincones que me vieron crecer, ahora ya deteriorados por el halo de la vejez.
 
Algo nuevo había en mí, y esta vez prometí no fallarme tal y como lo hice anteriormente

Era mi promesa. Después de esa llamada, tenía más claro que nunca que volver por un tiempo atrás era un paso hacia adelante. 

Es de valientes no enfrentarse a algo contra lo que no puedes luchar porque no tienes todavía las armas. 

Pero tengo el hierro, la fuerza de voluntad, inteligencia emocional y ese cigarrillo y copa de vino que todavía me están esperando. 

Por ahora, no quiero que me espere nadie más. 

Prometí amor eterno, pero las condiciones del amor nunca asumirán la manipulación, la indiferencia fingida, la rabia, la mentira o la falta de complicidad y empatía. 

Sean cuales sean las razones y los motivos, el amor eterno puede ser una promesa efímera si no se le respeta y cuida con lo único que pide: el cariño y la delicadeza.