Hace un rato, mientras tomaba un baño mirando el monocromático techo y escuchaba los acordes de Winter de Joshua Radin, caí en la idea de que no todo el mundo es capaz de apreciar las tonalidades de la vida, porque para eso se requiere de un mínimo de sensibilidad.
Sonaba esa canción que tantas veces me ha recordado a un invierno que ahora saluda, a lo lejos, mediante el frío y en el devenir de un octubre atípico. Un invierno al que un día le puse nuestra cara, pero que ahora le pongo solo la mía.
Qué iluso fui imaginándome caminando contigo por una calle decorada con motivos navideños, chaquetas de borrego, camisas de cuadros, pantalones tejanos, botas de Panamá Jack, la calidez de un tímido invierno y la insinuante voz de Joshua Radin como telón de fondo...
...Mientras allí, en el exterior, solo se escuchaban los ecos de consumismo, los gritos de los sueños infantiles más inocentes y el aroma de un Mocha Praliné de Starbucks.
Qué iluso fui imaginándote contigo ahí, cuando podía hacerlo solo conmigo.
Porque para apreciar la magia de la calidez del frío, también hace falta sensibilidad.
La escarcha es ahora el marco de un recuerdo personal maravilloso, de fotografías que me retratan solo a mí, caminando por calles desconocidas en un país al otro lado del charco; el frío es ahora mi mejor aliado, mi ropa y el aire que respiro; y el invierno es ahora ese escenario recóndito e íntimo en el que solo quepo yo, con mis memorias a cuestas.
Pero qué poco pesan y cuánto pesas tú...
Habrá que hacer más ligero el equipaje.